Yo no estaticé la Deuda Privada en 1982. Fuí el único que denunció que se proponían hacerlo.

Los fiscales y jueces que siguen jugando a la política, ni siquiera tienen el cuidado de examinar los hechos sobre los que juzgan y el tiempo en el que se produjeron.  Hoy ha salido en La Nación un artículo que dice que un juez, a pedido del Fiscal Delgado, ha solicitado instrucciones al Procurador del Tesoro para pedir resarcimiento a los responsables de la estatización de la deuda privada en 1982. El artículo va acompañado por mi foto y en su texto se menciona que yo soy la persona a la que se le reclamaría dicho resarcimiento .

La estatización de la Deuda Privada fue decidida por quien era Presidente del Banco Central el 17 de noviembre de 1982, fecha en la que se dictó la circular A 251: Don Julio Gonzalez del Solar. El asumió tras mi renuncia el 26 de agosto de 1982 y se mantuvo en el cargo hasta el 10 de diciembre de 1983. La Nación publicó la noticia en su edición del 18 de noviembre, como lo registra el sitio Diarios Históricos que el fiscal Delgado no se tomó el trabajo de clickear, siendo que aparece en google, tan pronto uno pone el título «Estatización de la Deuda Privada durante la Dictadura».

La decisión del Juez respondiendo afirmativamente al pedido del fiscal Delgado es una nueva edición de la persecución judicial que vengo sufriendo desde que en 1995 los jueces de la servilleta quisieron acallar mi lucha contra las mafias enquistadas en el poder. Yo creo que ya es hora que dejen de difamarme con mentiras tan evidentes como la que se ha reiterado en esta nueva arbitrariedad judicial.

Es una verdadera infamia que se me siga atribuyendo la decisión de estatizar la deuda privada, porque no sólo no fuí quien la decidió , sino que fuí el primero que denuncié que quien me había reemplazado en el Banco Central se proponía a hacerlo. A partir de la página 25 de mi libro «Economía en Tiempos de Crisis» del año 1989 está publicada la conferencia que pronuncié en septiembre de 1982 en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas en la que advertí sobre el peligro de que estatizaran la deuda en dólares del sector privado y las consecuencias que ello traería aparejado.

Se trata de una mentira que fue lanzada a rodar por primera vez en 1984, en un diario que circulaba en esa época patrocinada por la Coordinadora Radical. Decidieron tratar de hacerme públicamente responsable de la estatización del la deuda privada como forma de bloquear mi acceso al Dr. Raúl Alfonsín. Habían visto sobre su escritorio el manuscrito de mi libro «Volver a Crecer», que yo le había entregado en una entrevista en Olivos y pensaron que era peligroso para ellos que el Presidente de  La Nación prestara atención a mis ideas.

Era evidente que era una infame mentira, porque el mismo Doctor Arfonsín, cuando me sacaron de la Presidencia del Banco Central a los 52 días de haber sido designado, había declarado que mi separación del cargo era un atentado contra el proceso de normalización institucional. Sin duda el Dr. Alfonsín, como el resto de la dirigencia política democrática, había respaldado la reforma financiera con la que yo había comenzado a resolver el problema del endeudamiento de las familias que habían comprado viviendas con hipotecas ajustadas por la circular 1050 y de las empresas que se habían endeudado en pesos y habían soportado enormes tasas de interés reales. Yo me había opuesto a la estatización de la deuda de las empresas privadas que se habían endeudado en dólares, precisamente porque ellas no habían soportado el efecto de las altas tasas de interés en pesos sino, por el contrario, habían gozado del atraso cambiario.

Mi propuesta había sido que sólo se concedieran seguros de cambio ajustados por el índice de precios mayoristas, por lo que las deudas en dólares no podrían beneficiarse de las tasas reales negativas de interés que sí beneficiaban a los endeudados en pesos. Además esos seguros de cambio estaban condicionados a que el deudor privado consiguiera de sus acreedores alargamiento de los plazos . Además el sistema estaba pensado como para alentar a las empresas que tenían deudas  en dólares  a generar exportaciones con cuyos ingresos futuros podrían equilibrar sus obligaciones en moneda extranjera. Precisamente mi denuncia en setiembre de 1982, cuando apenas habían transcurrido unos días de mi renuncia, advertía que por presión de los endeudados en dólares, las nuevas autoridades del Banco Central se proponían cambiar el método de indexación de los seguros de cambio, como para que también se licuaran las deudas en dólares. Lamentablemente ello ocurrió pocos días después y fue acompañada por el desmonte de los mecanismos que alentaban las exportaciones equilibradoras. Como para rematar esa medida injusta y fiscalmente onerosa, en el mes de noviembre de ese mismo año el Banco Central dispuso lisa y llanamente la estatización de la deuda privada.

Argentina viene perdiendo mucha competitividad

por Domingo Cavallo, para «La Nación»

Quienes lean este título pueden pensar que me refiero al supuesto “atraso cambiario” del que se ha vuelto a hablar últimamente. No es así. La pérdida de competitividad que está sufriendo la Argentina frente al resto de las economías emergentes tiene poco que ver con la apreciación real de su moneda. En realidad la economía argentina viene perdiendo competitividad frente a países en los que la apreciación nominal y real de sus monedas ha sido mucho mayor que en el nuestro.

El caso más claro es Brasil. En la década del noventa, cuando nuestra moneda estaba mucho más apreciada que la Brasilera y prácticamente no existían trabas cuantitativas para la entrada de productos brasileros a la Argentina , teníamos superávit comercial con nuestro vecino. Hoy, con una moneda Argentina más depreciada que la de Brasil y a pesar de que desde 2003 en adelante le venimos poniendo trabas cuantitativas a las importaciones procedentes de ese país, tenemos un enorme déficit comercial con nuestro vecino.

Esto ocurre porque la competitividad real de la economía no depende tanto del tipo de cambio como de la productividad de la economía y del costo de los factores de la producción. Y la productividad, ponderada por el costo de los factores de la producción, ha estado creciendo mucho más rápido en Brasil que en Argentina, una relación inversa a la que se dio durante la década de los 90s.

La ventaja de Brasil radica en el entusiasmo inversor, tanto de los brasileros como de muchas empresas del exterior, derivado de la predictibilidad de sus políticas y del bajo costo del capital de mediano y largo plazo. Además, la política impositiva de Brasil, a pesar de que se trata de un país con una alta presión tributaria, no discrimina tanto contra las exportaciones y contra el empleo formal como sí lo hace la política impositiva argentina. Paradójicamente, la mayor apreciación del Real ha inducido fuertes esfuerzos empresariales enderezados al aumento de la productividad, algo que se observó también en Argentina entre 1990 y 1998. En contraste, en nuestro País la idea que comenzó a generalizarse a partir de 2002 de que el Peso siempre estaría muy depreciado, llevó al Gobierno y a las empresas a despreocuparse de la productividad. Y ahora, que la inflación ha dado lugar a una fuerte apreciación real del Peso, la pérdida de competitividad se pone de manifiesto sin ningún tipo de atenuante.

La pérdida de competitividad es un problema particularmente serio tanto por la coyuntura externa  que enfrentará nuestro país en los próximos meses y años, como por la delicada situación macroeconómica hacia la que nos estamos encaminando.

Las perspectivas externas no son halagüeñas. Muy probablemente los EEUU y Europa, afectados por sus respectivas crisis financieras, van a estar estancados o creciendo muy poco por varios años, tal como ocurrió con Japón desde 1990. Si bien es probable que Asia continúe en fuerte expansión, la competencia internacional en los mercados de manufacturas y servicios se va a intensificar y, salvo la exportación de mercancías b’asicas (commodities), el resto de las exportaciones enfrentarán dificultades. En la carrera ganarán los países que hayan aumentado más su competitividad y en esa carrera Argentina quedará descolocada.

Los empresarios  comenzarán a demandar y los inversores financieros a apostar por una devaluación monetaria como forma de recuperar la competitividad disminuyendo la remuneración en dólares a los factores de la producción. Pero con la actual situación monetaria y fiscal de nuestro país, estas demandas y apuestas pueden llegar a ser muy desestabilizantes e inflacionarias. Si la gente comienza a  predecir una devaluación monetaria, las tasas de interés de corto plazo van a aumentar y, si el Banco Central lo impide y se acentúan los controles de cambio, la brecha entre el mercado oficial y el mercado paralelo del Dólar puede ampliarse peligrosamente. Si pasadas las elecciones, el gobierno decide producir una devaluación significativa (para evitar que la devaluación gradual obligue a mantener alta las tasas de interés) el impacto inflacionario puede ser muy fuerte.

Países como Brasil, que han dejado apreciar nominalmente sus monedas y tienen inflación mucho más baja, podrán dejar que sus monedas se deprecien sin los peligros que enfrenta la economía argentina. Claro que si ellos dejan que sus monedas se deprecien, la presión devaluacionista en Argentina va a aumentar.

Por todas estas razones, lo mejor que podría hacer el Gobierno es revisar la política impositiva y crear un buen ambiente para las inversiones productivas, de tal manera que la búsqueda real y no monetaria de la competitividad pase a ser un empeño de todos los emprendedores, trabajadores e inversores.

«La Mansedumbre Argentina»

Diana Ferraro acaba de publicar (en un blog diferente a los dos de su autoría que están linkeados al mío) la que, en mi opinión, es la mejor reflexión que he leído sobre el resultado de las últimas elecciones. Como muchos de los visitantes de este blog me manifiestan que existe un vacío de opinión sobre este tema, me apresuro a sugerir, a quienes quieran conocer lo que pienso, que lean “La mansedumbre Argentina”. Coincido totalmente con la reflexión de Diana Ferraro.

Muy bien Brasil!

El Gobierno de Dilma Rousseff está enfrentando el problema de competitividad que le crea la fuerte apreciación del Real de manera inteligente. Ha decidido disminuir las contribuciones para la Seguridad Social que pagan los empleadores en los sectores de la economía que exportan bienes intensivos en mano de obra. También ha aumentado el monto de los reintegros y reembolsos de exportación. Esto es exactamente lo que hicimos en Argentina entre abril y diciembre de 2001, cuando estuvieron en vigencia los planes de competitividad. Es, por otro lado, lo que con Rodrigo Botero hemos venido recomendando a todos los países afectados por la enfermedad holandesa.

Los industriales argentinos deberían pensar en este tipo de solución a sus problemas de competitividad, tal como yo se los sugerí hace ya varios años. A esta altura ya deberían estar desengañados de la estrategia del Dólar Alto con la que se entusiasmaron a partir de 2002.

Ojalá los exportadores de Brasil, en particular los industriales, valoren el esfuerzo que está haciendo su Gobierno y entiendan que la vía de promover artificialmente una devaluación del Real no es la alternativa para curar la enfermedad holandesa sino el camino seguro para aumentar la inflación.