Con buen criterio, los gobiernos del Grupo de los 7 prefirieron que Argentina no fuera empujada a caer en mora con los organismos multilaterales de crédito. Tengo la impresión que algunos dirigentes de aquellos países comienzan a advertir que fue un error de la gerencia ejecutiva del FMI no haber apoyado más activa y directamente el proceso de reestructuración ordenada de la deuda pública que anunció la Argentina el 1 de Noviembre de 2001[1]. La necesidad de esa reestructuración había sido reconocida por el Directorio del FMI cuando aprobó el préstamo de 8 mil millones de dólares en agosto de aquel año. Lamentablemente, la demora de los más altos funcionarios de aquella institución por explicitar su apoyo al procedimiento que Argentina había puesto en marcha, acentuó el clima de incertidumbre que llevó a los depositantes a retirar masivamente sus depósitos y obligó a la creación del corralito el 3 de diciembre de 2001.
Esa actitud de la gerencia del FMI se originaba en la presión ideológica de algunos economistas ultra conservadores, adherentes a la teoría del “riesgo moral” (moral hazard, en inglés), que querían evitar que aquel organismo salvara la situación de los acreedores externos de la Argentina. El clima de incertidumbre agravado por esa demora fue aprovechada por los dirigentes más populistas de nuestro país, para tomar el poder e impulsar, paradójicamente, el más feroz de los ajustes internos imaginables.
Lamentablemente, ese ajuste, que ha creado millones de nuevos pobres adicionales a los que ya había creado la larga recesión iniciada a mediados de 1998, no ha servido para mejorar las chances de que Argentina pueda poner en marcha un plan de crecimiento sustentable. Ese es el argumento que estaba usando la gerencia ejecutiva del FMI para resistir la extensión de los plazos de vencimiento de la deuda argentina. Pero los gobiernos del G7 tienen razón en argumentar que acentuar el clima de enfrentamiento de Argentina con sus acreedores, incluidos los organismos multilaterales de crédito, no ayuda a que un futuro gobierno, si quiere revertir la crisis, encuentre caminos abiertos en esa dirección. Es una forma de comenzar a reparar el error del FMI durante los meses finales de 2001.
El Presidente Duhalde ha dicho que el apoyo del FMI se limita a extender los plazos de vencimiento y no es más amplio, porque esa institución sigue demandando ajustes como los que en otras épocas no dieron resultados. Es una lástima que no advierta que el ajuste feroz que su administración ha hecho soportar a los argentinos no ha resuelto ninguno de los problemas que impedían el crecimiento sustentable, y muy por el contrario, ha creado muchos problemas adicionales.
Se necesitaba un ajuste fiscal para terminar con el déficit. Por eso había sido necesario rebajar 13 % los sueldos públicos y las jubilaciones superiores a los 500 pesos. Era necesario además extender ese ajuste a las provincias que estaban emitiendo bonos. Pero bajar, a través de la devaluación y su impacto sobre los precios, el 30 % todos los salarios y jubilaciones de la economía, incluyendo los del sector privado y los inferiores a 500 pesos en el sector público, era absolutamente innecesario. Más aún, semejante deterioro de todos los ingresos laborales sólo iba a agravar la situación fiscal, al acentuar la recesión y hacer más difícil la recaudación impositiva, obligando a crear nuevos impuestos distorsivos.
Se necesitaba un ajuste de precios relativos para alentar a las exportaciones. Por eso en el 2001 se estaba trabajando en la eliminación completa de los impuestos distorsivos y se había aprobado una flexibilización de la convertibilidad. Pero provocar una devaluación extrema como consecuencia de la flotación acompañada por la pesificación de todos los contratos en dólares y destruir los derechos de propiedad de los que habían confiado en la ley argentina, era no sólo un ajuste innecesario sino absolutamente inconducente al crecimiento sustentable, porque aleja por mucho tiempo la reaparición del crédito en la economía argentina.
Se necesitaba ajustar el nivel de la tasa de interés pagada sobre las deudas públicas y privadas y alargar los plazos de vencimiento para evitar la quiebra de los deudores, Pero el ajuste feroz que se impuso a todo tipo de acreedores, en particular a los acreedores internos, incluidos los ahorristas bancarios y previsionales, para licuar las deudas de los deudores que pudieron aprovechar la devaluación y aumentar sus ingresos, era completamente innecesario y absolutamente inconveniente para que en el futuro pueda financiarse la inversión.
En síntesis, se necesitaba más de un ajuste. Pero todos ellos mucho más circunscriptos y socialmente menos costosos que el ajuste feroz que aplicó el Presidente Duhalde, apoyado por el ex Presidente Alfonsín. Los economistas ultra conservadores de la teoría del “riesgo moral” y los populistas argentinos han contribuido a que Argentina se transforme en el caso más doloroso de ajuste empobrecedor que se haya visto en la historia reciente.
[1] Ver mi comentario semanal titulado “Es muy peligroso que el FMI se siga equivocando”. 4 de noviembre de 2002. www.cavallo.com.ar