Durante los últimos meses el Peso y el Real se han estado fortaleciendo. El año pasado ambas monedas llegaron a valer 25 centavos de Dólar, apenas un cuarto de lo que valían durante la mejor época del Mercosur. En la última semana el Peso se aproxima a los 33 centavos de dólar y el real a los 30. Esta tendencia, si se mantiene en ambos países, facilitará la recuperación económica en cada uno de ellos y revitalizará al Mercosur.
Mientras las autoridades brasileñas son conscientes del beneficio que significa la apreciación del Real, en Argentina el Gobierno insiste en que va a impedir que el Peso siga apreciándose. En materia económica, Lula está mucho mejor asesorado que Duhalde.
Los brasileños saben que si el Real tiende a apreciarse la tasa de inflación comenzará a ceder, las tasas de interés internas podrán bajar y el mercado interno saldrá fortalecido. Tienen en claro que si el actual esfuerzo fiscal para generar un superávit primario del 4 % del PBI no va acompañado de un significativo fortalecimiento del Real y de una baja de la tasa de interés interna que permita reducir a la mitad la proporción que los intereses de la deuda representan del PBI, seguirán teniendo un déficit fiscal incompatible con un sendero sostenible para su endeudamiento público.
Los beneficios que acarrea la apreciación del Peso en Argentina son los mismos que en Brasil. En la medida que el Peso se aprecie, la tasa de inflación tenderá a ceder. En octubre del año pasado en una de mis columnas semanales dije que con el precio del Dólar a casi 4 pesos la economía Argentina tenía incorporada una inflación latente del 100%[1]. Hoy, con el Dólar a casi 3 pesos, la inflación latente se ha reducido a la mitad, y si el Dólar bajara a 2 pesos, el riesgo inflacionario terminaría de desaparecer.
Además, la tendencia a la apreciación del Peso permite que las tasas de interés sigan bajando por retorno de los dólares billetes al circuito comercial primero y, si renace la confianza en el respeto a los derechos de propiedad de los ahorristas, al circuito financiero después. Con el Peso cada vez más fuerte y las tasas de interés en baja, será mucho más fácil encontrar una solución al problema de la deuda pública. Mi análisis de la complicación que para la reestructuración de la deuda significaba un Dólar a casi 4 pesos en octubre del año pasado, permite concluir que con el dólar a casi 3 pesos hay mejores chances de encontrar un sendero sostenible para la deuda. Si el precio del Dólar bajara a 2 pesos, la solución del problema de la deuda sería inmediata porque se podría retomar rápidamente la reestructuración que quedó a mitad de camino en diciembre de 2001.
Con el Peso apreciándose en dirección a los 50 centavos de Dólar la reactivación económica durante los próximos dos o tres años podría ser del orden del 10 % anual, como lo fue luego del lanzamiento del Plan de Convertibilidad. Esto es así, porque habría una recuperación vigorosa del mercado interno. Además, la baja de muchos precios que aumentaron casi el 200% a consecuencia de la devaluación extrema del Peso el año pasado, permitiría que el inevitable aumento de precios de los servicios públicos y privados, incluidos naturalmente los salarios del sector privado, no tenga efectos inflacionarios y sólo represente una recomposición de precios relativos favorable a la recuperación del mercado interno.
Al aumentar significativamente el poder de compra de los ingresos de la población, la demanda interna de bienes de consumo aumentará en dirección a los niveles que tenía antes de la devaluación del Peso y podrá aumentar también la inversión necesaria para asegurar el mantenimiento y posterior expansión de la capacidad productiva que la Argentina tenía hacia fines de 2001.
¿Cómo se explica, que desplegando tantos beneficios, la apreciación del Peso sea vista con preocupación por el Gobierno? La explicación radica en que las autoridades, e incluso algunos empresarios industriales, siguen creyendo que la incipiente recuperación de la economía refleja los “beneficios” de la pesificación y la devaluación. Pero están absolutamente equivocados porque los “beneficios” de los que hablan no son tales para el conjunto de la población, ni son sostenibles en el tiempo.
La pesificación y la devaluación han beneficiado a algunos sectores productores de bienes que han podido aumentar sus precios y cancelar sus deudas utilizando dólares que habían logrado acumular antes de la devaluación. Pero para la población en su conjunto, no sólo no ha producido beneficios, sino que le ha ocasionado serios perjuicios. Estos se reflejan en desvalorización extrema de los salarios y de los ahorros que las familias mantuvieron en el sistema bancario. Además, las empresas y familias que derivan sus ingresos del mercado interno, no han visto ningún alivio en su endeudamiento, aún cuando sus deudas hayan sido pesificadas, porque sus ingresos no han aumentado al ritmo del CER, coeficiente con el que se ajustan las deudas después de la pesificación. Demás está decir, que si sus deudas siguieron en dólares, esas empresas y familias estarían seguramente en cesación de pagos.
Para los productores de bienes de exportación los beneficios de la pesificación y devaluación son sólo transitorios, porque han sido seguidos de la creación de impuestos de fuerte sesgo anti-exportador, y la experiencia de los 80’s demuestra que los impuestos distorsivos y la inestabilidad cambiaria tienen un efecto más negativo sobre las exportaciones que episodios esporádicos de sobrevaluación de la moneda local.
Después de toda esta argumentación, espero haber convencido al lector que hay una forma de comenzar a salir de la crisis actual: adoptar reglas de juego que recreen confianza y que faciliten la valorización del Peso hacia los 50 centavos de dólar. Entre ellas, deberán ocupar un valor destacado la completa eliminación de impuestos que graven directa o indirectamente a las exportaciones y la re-dolarización de depósitos pesificados y de las deudas empresarias. Las únicas que deberían mantenerse pesificadas son las deudas familiares.
Por supuesto que todo esto funcionará si Brasil tiene éxito en su política enderezada a recrear confianza y lograr la apreciación del Real y la baja de las tasas de interés. Si algo conviene hacer para revitalizar el Mercosur, es precisamente trabajar juntos y apoyarse recíprocamente para que se recupere el mercado interno en las dos economías. Ello significa revertir las equivocadas políticas que por varios años en Brasil y desde enero del 2002 en Argentina, creyeron que la desvalorización extrema de las respectivas monedas nacionales podía ayudar a recuperar de manera permanente la competitividad. Los brasileños ya lo han entendido y lo están haciendo. Es crucial que el futuro Gobierno Argentino lo entienda y actúe en consecuencia.
[1] Ver “Con el dólar a casi 4 pesos la inflación latente es del 100%”, 15 de octubre de 2002, en www.cavallo.com.ar